Ya ves... no pronuncio tu nombre sino la consecuencia, con conceptos que no sirven para el bautizo. Tus silencios me desdicen, me observan y me desdicen con la terquedad de un alambrado. Me cambian la metáfora y resumen mis letras. Ni la A, ni la B, ni la C, son las mismas que fueron antes, ahora exigen un diccionario distinto que resignifique el sonido como una mirada que se repita en una sola vez.
Y entonces todas las letras son A y todas son B y todas son C, en el mismo instante, y todo verbo contiene tu nombre y todo adjetivo tu sonrisa triste.
¿Cómo pronunciar ese caos al que le falta cuerpo? ¿Cómo brindar con un vino sólido? si la ausencia no deja de tejer esa lengua ferdidurkiana que se instaló en mi nuca.
Igual, en estas tardes de lluvia, aprovecho mi muerte y mis últimas cuatro palabras. Con ellas recito cada distrito de tu universo, de tu piel, de tu sal, de tu dulzor.
17 feb 2008
Letras
Hoy no te sentí cerca y jamás lo estuviste, lo sé, pero mi disciplina es la de mentirme. Tampoco llegó el balazo desesperado que busca un cráneo para perforar, ni la soga trenzada con espantos dignos del enamorado. Otras cosas llegaron hasta mis orillas: una palabra de plástico traída por el viento y que una vez envolvió tu saludo, una botella de nauseas añejas que alguien abrió en diciembre dispuesto a victorear el paso de la muerte, y esta deriva de bocas en menguante con su fuerte olor salado.
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