La separación no fue amistosa, el abogado de ella hizo un trabajo impecable, generando sospechas y armando falacias muy difíciles de contrarrestar. Mi abogado recién empezaba. El juez falló a favor de ella.
Me quedé sin nada, incluso el patrocinante de ella consiguió hacerle creer al juez que la vida de su representada corría peligro. Ella me miró en ese momento, como diciendo con sus ojitos tristes, que eran cosas que se le ocurrían a él. Lo cierto fue que el juez también dispuso que no debía estar a menos de 300 metros de distancia de ella.
Siempre nos movimos con inteligencia, pero un día, no. Me llamó y dijo:
-Che mirá que tengo que ir para el lado de Urquiza...
Yo soy de caráter débil y nunca puse reparos. No le discutía. Así que acepté y en lugar de ir para Chacarita o Caballito, se me dio por ir para Belgrano. Al rato me suena el celular
-Che, perdoname. Estoy tomando el 107. Me esperan en Juramento y Cuba.
Yo estaba en las Barrancas y me dieron ganas de pasear por Palermo y caminar por los bosques un rato. Terminé llegando hasta Av Sarmiento, para la Costanera, al rato:
- ¿A que no sabés quién viene de Córdoba? ¡Mi prima! . La paso a buscar por el aeroparque.
La prima era la única persona que me caía bien de la familia de ella. El día ya lo tenía perdido y decidí caminar por el espigón del Club de Pescadores. Por primera vez lo crucé todo y llegué hasta la punta.
Tan adentro, en el río, la ciudad se ve maravillosa, pero también veo venir a una mujer de blusita blanca, cruzando la avenida, que saca su celular para hacer una llamada...
Yo no sé nadar y ella decía que aprendiera...
8 ene 2008
Ta-Te-Tí
Yo no sé nadar y ella decía que aprendiera, que podía llegar a necesitarlo algún día, pero le quité importancia y como siempre salí con la mía. Eso no fue importante, solo una entre tantas otras cosas que agrandaron los desencuentros, que por fin hicieron que nos separáramos.
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