5 mar 2008

C.M.

Menudita y sin sombra se presenta en el alba, goteando al suburbio su calvario eterno.
Un sudario de estrellas se le cuelgan del pelo y los duendes azules le pintan rubor.
La llevan al nido de ponientes tristezas, las negras linternas que alumbran olvidos, y un cortejo de vientos, con herejes silencios, le quitan las ropas para amarla en adiós.

No me digas tu nombre si es verdad que te pierdo, -tu ausencia en la noche es un eclipse abierto- En mi cosmos fantasma suena el eco del verbo que recitan los parias en las calles sin luz

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