Su soberbia salió disparada como una bala que rompió mis huesos y no hubo remera que frenara el golpe. De sus murmullos magenta zarpan navajas de palabras para esconderse en cada grieta del laberinto. Los he visto caminar en las rocas secas y en las piedras húmedas, esperando gargantas, como lagartijas audaces.
Su mirada golpea por las noches los vidrios de mi luna hasta atraparme.
No conocerás mis signos, me dice. No sabrás qué esperar de mí, me dice. Y sonríe y baja la cabeza permitiendo que yo no diga nada, y me lía a sus palabras y se esposa a mis silencios.
Ni una gota de agua se balancea en esa tensión. Nos comemos el uno al otro. Saboreamos el dulzor de las amarguras, a oscuras sin saber en dónde estamos. Nos damos sed.
Su piel es la capa del mago. Todo lo transforma.
10 mar 2008
Casi Real
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