7 oct 2008

Sin verbos

Ella navega mansamente por su silencio sin pensar en palabras que le anclen las derivas, lo sustantiva poniéndole sombras que lamen la distancia.
Estoy ahogado en este idioma y respiro las metáforas de su voz. Como un combate ausencia a ausencia sólo queda olvidarla y resignarme a que pendulen unos cuantos recuerdos, pero la memoria es una inútil que aumenta las heridas sin matarme.
No hay alcantarillas en el lenguaje. Debiera aspirarme yo mismo. Dejar la nariz de lado y colocarme sobre la mesa, ordenado, medio en líneas parejas y luego aspirarme. Una nariz sola puede salvarse.
Todo el sonido está en este océano y siempre será de agua el lazo de la horca.

Tironeo de la falda del espectro como si tener algo suyo me diera alivio (como si un abismo me aliviara) Ahora no entiende por qué muero ni por qué abro la mano para soltar su pollera. Tantas ampollas derriban el silencio pero nos veremos en una tarde fría al lado de la ventana, como fantasmas errantes por el laberinto.

Desde el alcázar se ve el silencio como un horizonte mudo, sin fallas, ni grietas, como una mentira sin pruebas.
Afuera están todos los verbos conocidos, todas las frases por las que enfrentaría al universo.

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