25 ago 2008

La Sultana

En su epitafio dirá que fue la constructora de Alfa y Omega. Que los enigmas del egoismo le sepultaban las alas. Iniciaba y concluía.
El capricho es la brújula que usa para cruzar la fatiga de la confusión y el desorden. En su cintura lleva el cimitarra de la esperanza y el puñal misericorde. Teme a la decepción y no deja testigos. Elige en dónde sentirse vulnerable para sentirse segura.
Guía las caravanas en el desierto y cuando halla un dátil lo muerde y sonríe. A nadie le gusta verla llorar, pero ella conoce el secreto de los oasis del adiós y sus sicarios.
La atrae fugarse entre los peligros del perderse, porque le hace sentir miedo y poder. Carga con un remolino de espejismos que la azotan.
En su manual anotó con letra firme que los constructores no deben arrepentirse y la grosería es el imán para seguir al destino.
En la aridez oscura deja los cadáveres de la caravana hasta que se hundan perdiendo los rasgos, erosionados por el polvo, secos.
La Sultana es la vela encendida y el pabilo hecho de viento que la apaga desde adentro. La sultana se alimenta de sus órdenes y la observación de los solitarios. Descansa en algunas ciudades pero para tomar provisiones y marcharse.
Esto la tranquiliza.

4 comentarios:

El Titán dijo...

Cuantas sultanas así hemos amado, no Asterion?

DudaDesnuda dijo...

Che... ahí dice que no deja testigos. Yo que vos, rajo.

Besos y fugas

Anónimo dijo...

Otro personaje para el proyecto Sietelocas. Muy bueno.

Asterion dijo...

El Titán:
Es trágico, pero ellas hacen que uno las ame.

Dudadesnuda;
Ojo. No es La Madrina. No dejar testigos puede ser actuar en secreto, ponele.

UVT:
Ojalá no lleguemos a las siete, pero...